Imaginé primero que era un ser que estaba inmerso en un
lugar oscuro, que me encontraba sujeto e inmerso en una corriente que sólo
avanzaba en una sola dirección. Me desesperé y luego decidí romper con todo.
Quizás ese fue el verdadero momento de iluminación. Después seguí caminando
hacía la luz empujado por una emoción de dolo, de deseo.
La luz al final del túnel, como la metáfora del nacer o del
morir, pero también puede ser la parte en que el hombre decide salir de la
cueva de las representaciones. Resultaría interesante ver que estas serían tres
formas de liberarse, salir a la luz para quedar alejado de la sociedad en un
estado de contemplación, como los monjes en los monasterios del medio-evo;
salir a la luz para liberarse y contemplar el conocimiento eterno, tal como lo
propone Sócrates antes de morir o algunas de las diferentes religiones que
afirman vida después de la muerte.
Quizás la salida y liberación de la cueva
de las representaciones significa dar el paso para dejarse caer en el abismo deslizándote sobre una mejilla, como una lágrima que cae, ahora
eres libre porque de ti depende la responsabilidad de tus actos, ya no habrá
nadie de quién agarrase para aliviar culpas o resolver entuertos.
Al final una lágrima que se ha liberado ya sea saliendo a la
vida, ya sea entrando a la eternidad o simplemente dejándose caer en las manos
de su propia voluntad. Es, después de todo, del abismo, de la libertad o de la
mejilla por donde se desliza, es una lágrima de júbilo y felicidad. Es una lágrima que se queda sujeta a sí misma.
Eufemio Franco Pimentel
Eufemio Franco Pimentel