¿Eres capaz de juzgarte con el peso de tu propia mirada? |
A
lo lejos se miran las barcas en el remanso de la orilla del río.
Soltarlas sería dejarlas a la voluntad de los rápidos que se forman
corriente abajo. Y es que la libertad no significa que uno esté parado
en el abismo, sin atadura, sin objetivos en el andar. La cobardía de
algunos hombres estriba en abandonarse a sí mismos para no hacer frente a
los deseos y sueños de su vida.
Hay
días, un poco más adentrados en la primavera, en los que llueve. Hay
tardes en que el asfalto se humedece, y el sol se filtra coloreando
amarillo-rojo el ambiente. Crepúsculos morados. La libertad, en términos
generales, sirve para enunciar a las personas que son responsables de
sus actos y que, por ende, pueden tomar sus decisiones.
El
anciano contemplaba serenamente, su voz rompió el silencio con la
fuerza de todos los tiempos –¿Eres capaz de fijarte por ti mismo de tu bien
y tu mal y suspender sobre ti la ley de tu propia voluntad? ¿Eres capaz
de ser tu propio juez y el guardián de tu propia ley?*- concluyó con una
sonrisa llena de arrugas.
Caen las hojas de los árboles haciendo piruetas mientras se deslizan por
el aire hasta caer en el remanso de agua. Se dibujan las ondas
concéntricas mostrando una virtud aparentemente contradictoria, la
libertad no es sin ataduras, sólo es posible cuando una aclara y respeta
su punto de partida.
Efrapi
Marzo 2014
*Ver Friederich Nietzche, 2001